Doña María Moliner y Don Manuel

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Este sábado 30 de marzo se cumplían 119 años del nacimiento de María Moliner, autora del conocido Diccionario de uso del Español que lleva su nombre.

Con él, María pretendía, además de explicar el significado de las palabras en castellano, exponer cómo se usaban. Así que a sus 51 años, en 1951, una vez que sus hijos ya eran autónomos, decidió compaginar su trabajo de bibliotecaria de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid (llegando a ser su directora) con el desarrollo de una idea que llevaba años dando vueltas. Tardaría dieciséis años en publicar la primera edición.

Dentro de sus peculiaridades encontramos que no identificaba los dígrafos ‘ch’ y ‘ll’ como letras independientes, mucho antes de que la RAE lo hiciera. Además, empleó un orden particular, agrupando todos los vocablos con la misma raíz léxica, en lugar de ceñirse al orden alfabético estricto.

Su nombre da vida a muchos lugares de la geografía española, especialmente en Aragón, donde la siguen recordando. En su pueblo natal (Paniza) un busto da la bienvenida a la ciudad de Zaragoza. Y es que hasta Google homenajeaba ayer a María Moliner con su Doodle.

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Filóloga y lexicógrafa aragonesa, fue la primera mujer en impartir clase en la Universidad de Murcia, en 1924. También podría haber sido la primera mujer que formó parte de la Real Academia Española, pero se quedó sin ostentar este honor. Un acceso que ella misma reconocería más tarde que sí hubiese ocurrido si hubiese sido un hombre. En 1973, para tratar de compensarla, la Real Academia le concedió por unanimidad el premio ‘Lorenzo Nieto López’, aunque ella  lo rechazaría.

Al ver el Doodle no he podido evitar acordarme de Don Manuel. Martín para los amigos. Y aquí estoy, tratando de hacer un homenaje personal. Un homenaje a alguien que cada tarde me hacía buscar palabras en el diccionario, que me cronometraba el tiempo que tardaba en encontrar una palabra, que me hacía redactar listas enteras de cosas, verbos o adjetivos que empezaran por una letra en concreto y que me retaba a escoger la palabra más difícil para que él la acertara.

Curiosa costumbre y apreciado recuerdo que arrastro a lo largo de los años.

Ahora soy yo la que hago esas travesuras a mis alumnos. Con muchos consigo convertirlo en un juego, siguiendo sus mismos pasos.

Dicen que fue en Institución Libre de Enseñanza, donde, al parecer, Don Américo Castro suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María Moliner.

Lo mío lo llevo en la maleta que heredé de Don Manuel. Ya que conscientemente he repetido como maestra  sus “métodos” y  las estrategias  que utilizaba conmigo.

Echo de menos sus anotaciones, sus correcciones, sus esquemas, listas y estadísticas de la evolución de mis alumnos; pero cada vez que busco una palabra en el diccionario es inevitable su recuerdo. Algo que sigo haciendo a diario.

Y si no, que se lo digan a Ana. A ella le gusta mi extraña manía y ya lo hace por iniciativa propia, sin mis indicaciones. Ella las anota, algo que yo aborrecía. Dice que así no se olvida de ellas. Parece que ya le he contagiado mi costumbre.

Me sonrío al verla. Me  trae tantos recuerdos.  En un diccionario tradicional, en el móvil, con una imagen de google…  cualquier cosa sirve para averiguar un significado nuevo.  Anita siempre me pide la foto para comprobar que ha entendido lo que ha leído. Y porque como ella me dice, recuerda mejor imágenes que palabras. ¡Chica lista, mi Anita!

Jocosamente en algunos países latinos lo llaman el “mataburro”. Dicen que mata la ignorancia y que se usa para averiguar el significado de una palabra, pero hay más utilidades.

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En el aprendizaje y en el desarrollo cognitivo de los niños, el uso del diccionario aporta muchas más ventajas que el mero hecho de adquirir nuevo vocabulario, que ya de por sí no es poca cosa.

Con su ayuda, podemos aprender cómo se escriben, cómo se pronuncian y qué significan. Con el diccionario podemos saber si una palabra es sustantivo, pronombre, adjetivo, adverbio, verbo, su plural, su singular y qué origen tiene, así como los símbolos de la pronunciación en su forma fonética. Se puede consultar la ortografía, en algunos casos la separación de sílabas, conocer la función gramatical, o conocer el origen de la palabra en cuestión.

Buscar palabras consigue una mejora de la ortografía, al fijar la imagen mental de la palabra. Contribuye a la precisión en el uso del léxico y sirve para descubrir los diferentes matices de los vocablos. Nos permite conocer el valor expresivo de cualquier lengua y colabora con una mejor construcción de los mensajes.

Por otra parte, aprender el funcionamiento y la costumbre de su uso conlleva la adquisición de estrategias de planificación, atención y organización; fundamentales para un buen hábito de estudio y aprendizaje.

Para esto es importante “adiestrarlos” desde edades tempranas y continuar con este aprendizaje para fortalecerlo y ampliarlo durante la Educación Secundaria.

La supervisión y el control cognitivo que un niño hace sobre el contenido léxico de un  texto, contribuye a reparar errores de comprensión y aumenta la conciencia de la tarea que está haciendo, facilitando la atención en el proceso de lectura y, en consecuencia, la comprensión del texto. Con todo lo que eso conlleva en el proceso de aprendizaje.

Tras varios estudios realizados al respecto, se sabe que existe una relación curiosa y significativa entre el uso regular de estrategias de reflexión sobre el significado de palabras desconocidas y el nivel de regulación de la comprensión lectora  en  niños de cualquier edad. (McCutchen & Logan)

El uso de estrategias de búsqueda que se manejan con el uso de diccionarios, también ayuda a fomentar alumnos más reflexivos y estratégicos con los textos que leen.

Son muchos los alumnos con dificultades en la compresión lectora porque cuando están leyendo no están habituados a detener la lectura para reflexionar acerca de dónde pueden estar las respuestas a sus fallos, o para encontrar algunas pistas que el propio texto posiblemente les ofrece para recuperar la comprensión.

Estas conductas de supervisión y control sobre el texto, así como la comprensión del vocabulario desconocido con frecuencia no aparecen solas. Autorreguladoras del aprendizaje, son estrategias que representan destrezas de alto nivel cognitivo, que deben ser enseñadas de forma consciente. Se trata de llegar a interiorizar que “las palabras que leemos significan”.

Es importante trasmitirles la idea de que el diccionario es un buen recurso, aunque no el único, para solucionar problemas de comprensión y para afianzar conocimientos. 

Aquí les dejo con la curiosidad. Entre mis preferidas: ataraxia, gigil, melifluo, inefable, cusumbo, limerencia, arrebol, iridiscencia, inmarescible, elucidar, ósculo, rugen, cuncumen, clismafilia, … ¿A qué esperas para buscarlas en el diccionario?

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