«El cine es como un juego infinito de cajas chinas, como historias superpuestas que a veces se dirigen a varios aspectos cruciales de cada uno de nosotros.
Y hacen que, a través de eso, descubramos cosas en nosotros mismos. De ahí el efecto subjetivador o terapéutico que puede llegar a tener».
Mónica Cruppi
Era la Nochevieja de 2004, él se había convertido en padre por segunda vez y acababa de perder al suyo no hacía muchos meses. Asumió la responsabilidad de un brindis que diera a sus invitados un poco de esperanza cuando se presentaba una navidad muy difícil. Tuvo el acierto de llevar a su discurso «El Ciclo de la vida», del Rey León. Acierto, porque quince años después sigo recordando aquel momento. Fue curioso que, habiendo visto esa película varias veces (costumbre que comparto con los más pequeños de la casa), nunca había pensado en el mensaje que él trasmitió. Volví a verla una vez más.
¿Percibimos los estímulos de una película de una sola vez?
Los niños de hoy en día tienen su primer contacto con el mundo audiovisual siendo muy pequeños. Las imágenes en movimiento, el color, la música y los diálogos son estímulos muy atractivos para su actividad cerebral. Sin embargo, cuando los niños (y los no tan niños) ven la misma película una y otra vez, hay algo más que mera atracción sensorial.
Aunque los formatos infantiles tienen una velocidad más pausada, transcurren al mismo tiempo muchas cosas: personajes, emociones, reacciones, diálogos, lenguaje no verbal, etc. Es normal que se escapen muchos detalles, porque su atención y su procesamiento cognitivo no están suficientemente maduros y todavía no pueden seguir ese ritmo, lo que dificulta la comprensión.
Además, las películas tienen un lenguaje propio que todos hemos tenido que aprender: planos, secuencias, cómo se estructuran las historias y cómo se mueven los personajes en tiempo y espacio. Descubrir esto nos permite entender mejor la historia, desarrollar la memoria y adquirir vocabulario. Y esto ocurre gracias al pensamiento lógico, que irá ganando calidad a medida que el niño vaya madurando.
El pensamiento lógico es un proceso cognitivo muy importante: permite hacer relaciones entre situaciones, objetos, personajes o secuencias; comparaciones, inferir información y llegar a conclusiones. Esto es clave para el desarrollo intelectual.
El marco de una película ayudará a hallar relaciones causa-efecto, establecer vínculos entre personajes, historias, gestos o palabras… Y cada vez que el niño vea la película de nuevo, captará nuevos detalles que le ayudarán a apreciar mejor la historia. A medida que se familiarice con la historia y los personajes, le parecerá más sencilla; por lo que necesitará menos esfuerzo cognitivo y disfrutará más lo que ve. Según logren todo esto, mejorarán su lenguaje, descubrirán nuevas palabras, comprenderán mejor los argumentos, y desmenuzarán más detalles, consiguiendo con ello una mayor satisfacción personal.
Como en el juego, en los cuentos, las películas o en el colegio, el aprendizaje en la infancia se produce a través de procesos repetitivos, como un sistema de patrones. Mediante el juego, los niños van asimilando conceptos. Lo mismo ocurre cuando ven la misma película una y otra vez, al integrar la historia como un patrón. Y esto tiene un elemento muy positivo en el aprendizaje. Son cadenas de significado que van descifrando cada vez mejor.
La repetición no sólo les permite desarrollar mejores habilidades cerebrales, lingüísticas y narrativas, sino que la repetición literal mejora la comprensión y el aprendizaje. Además, a diferencia de los adultos, la repetición no hace que la atención decaiga, y está demostrado que incrementa la participación porque quieren celebrar su éxito participando de lo que han visto.
En los no tan niños, un sistema de patrones podría tener el mismo efecto. Solo que, como adultos, el conocimiento llega de forma más rápida porque el cerebro cuenta con más herramientas y con más información previa. Sin embargo, al igual que los niños, al repetir varias veces una misma película, descubriremos con seguridad nuevos detalles.
Pero hay algo más. El mayor éxito de la repetición es permitirles anticipar el futuro. El mundo es bastante impredecible para ellos, sin embargo se sienten especialmente competentes al poder anticipar lo que va a suceder en el guión. Saber lo que ocurrirá los conecta con la emoción y además les da seguridad. Por esta razón, la película o la historia contada muchas veces jamás perderá su interés. Recordar frases, diálogos o reacciones les resulta una experiencia muy divertida, casi mágica, porque son capaces de predecir el futuro del protagonista. Se sienten competentes al hacer predicciones.
Cuando pueden predecir lo que ocurrirá y consiguen validar sus expectativas, se sienten empoderados, reforzados y relajados. Tienen la confianza que les reporta controlar una parcelita de un mundo bastante caótico para su cerebro, ya que muchas de las cosas que experimentan son nuevas y se ven bombardeados de información. En un entorno así, la repetición les hace sentir que el mundo es un lugar predecible y seguro, porque no hay imprevistos que procesar en cada segundo, y no hay necesidad de estar en alerta.
Algunos niños tapan sus ojos antes de que se asome el villano o comienzan a sonreír antes de la parte graciosa. Esto sucede porque ya les resulta familiar la escena y los conecta con los sentimientos familiares. Establecen una conexión emocional más consistente, lo que hace que la película cada vez le guste más e instintivamente quieran repetir.
Por todo esto, ver películas repetidamente es una valiosa estrategia de aprendizaje que estimula el pensamiento, al predecir involuntariamente lo que va a ocurrir, lo cual les ayuda a desarrollar su pensamiento lógico y a comprender las relaciones causa/efecto, una habilidad compleja que resulta fundamental para que los pequeños puedan comprender el concepto de consecuencia, tan necesario en las etapas de aprendizajes posteriores.
Y lo más curioso es que se mantienen más concentrados que en la primera vez. A pesar de que pueden haber memorizado algunos de los diálogos o incluso se ríen de antemano sabiendo lo que sucederá, no parecen aburrirse. Se divierten repitiendo el diálogo de una película o tarareando la canción. Es un momento de calma y felicidad.
En los adultos no ocurre de igual manera. La edad destroza el placer que podemos extraer de la repetición. Creemos que ya sabemos cómo funciona el mundo y no necesitamos poder anticipar una narración conocida. Buscamos siempre la sensación más intensa, que muchas veces creemos equivocadamente que llega por la novedad.
Sin embargo, en ocasiones, desarrollamos vínculos afectivos que nos devuelven a tiempos mejores. Y nos gusta volver a escucha canciones de otra época o ver películas que nos aportan recuerdos muy positivos. La vemos una y otra vez para revivir la nostalgia de un recuerdo, algo que no tiene relación con la calidad de la película, sino con la experiencia con la que lo vinculamos. También está relacionado con la celebración de lo aprendido. Es como repetir el gol de Iniesta con la selección, que nadie se cansa de verlo.
El informe de Russell decía que «el reconsumo no es sólo un nostálgico intento de recuperar el pasado, sino más bien una activa búsqueda de nuevos significados, que tiene gran valor emocional y hasta puede ofrecer muchos beneficios terapéuticos».
Gilles Deleuze decía que «el cine es pensamiento en imagen». Tanto para niños como para adultos, se trata de un paseo inconsciente por el trastero de nuestros sueños y deseos; que generalmente nos aporta una experiencia emocional muy reconfortante.
Por lo que deberíamos cultivar más el hábito de ver películas que son o han sido importantes para nosotros. A ser posible, en familia.
… ¡A disfrutarlo!