”No sé qué me pasa. No me siento mal, pero tampoco me siento bien. En realidad no siento nada” ( E.I.T)
Desde hace no mucho tiempo, en los centros educativos, consultas de pediatría y psicología se han incrementado llamativamente el número de casos de autolesiones: heridas que siguen patrones, arañazos, hematomas, cortes con la cuchilla del afilador o con tijeras, rascarse hasta hacerse sangre, quemarse, arrancarse el pelo o morderse. Lo hacen de distintas formas y en distintos lugares del cuerpo como el interior de los antebrazos o de los muslos, en el torso, etc.
“Ni siquiera noto que me estoy autodestruyendo” (D.B.B.)
De fondo, si prestamos atención pueden darse otro tipo de alarmas, como dificultades en relaciones interpersonales, inestabilidad del comportamiento y emocional, impulsividad e imprevisibilidad, declaraciones de impotencia, desesperanza o falta de valor. Son personas más propensas a la autocrítica constante y a tener dificultades para resolver problemas. Suelen ser el resultado de ciertas dificultades para regular, expresar o comprender las emociones, sentimientos de inutilidad, soledad, pánico, enojo, culpa, rechazo, odio a sí mismo o sexualidad confusa.
Suelen ocultarlo a los adultos, y mostrar con orgullo a sus iguales. La mayoría sabe que no lo deberían hacer, pero no pueden dejar de hacerlo. Una especie de ritual que realizan, en sus palabras, para calmar su dolor.
También llamado cutting, es el acto de dañarse deliberadamente el propio cuerpo. Se trata de una insana forma de enfrentar el dolor emocional, la ira intensa o la frustración. Son acciones agresivas contra uno mismo, que pueden conllevar una sensación de calma momentánea y de liberación de tensión, aunque posteriormente aparece la culpa y la vergüenza, y vuelven las emociones dolorosas.
La gran mayoría no lo hacen para llamar la atención de sus familiares y no suelen conllevar intenciones suicidas, sino que son medios usados para torturarse; aunque es conveniente ser cuidadosos con el tema y averiguar los motivos que lo causan. Con algunos indicadores depresivos o con pensamientos de querer desaparecer del mundo, ellos mismos explican que cuando se dañan es para obtener unos efectos concretos, pero nunca con intención autolítica.
Intentan controlar o reducir la angustia, buscar una sensación de alivio, distraerse de las emociones dolorosas a través del dolor físico, calmar un estado de confusión emocional, tener un sentimiento de control sobre su cuerpo, sus emociones o las situaciones de la vida, o tener cualquier sentimiento si la persona se siente vacía emocionalmente. Es una manera de expresar los sentimientos internos a través de una vía externa o castigarse por errores aparentes.
Según los profesionales y los propios adolescentes se trata de una sensación anestésica, para apaciguar y calmar el dolor emocional insoportable y descontrolado que siente. Y parece que neurológicamente funciona. Se sabe que para que una persona instale y mantenga un problema es porque le da ciertos beneficios secundarios.
Muchas personas se lastiman unas pocas veces y luego se detienen. Sin embargo, para otras, las autolesiones pueden volverse un comportamiento repetitivo a largo plazo, desencadenando una compulsión autolesiva, donde el joven lo hace cada vez con más frecuencia hasta perder el control de su comportamiento y pasa de sentir dolor a sentir un placer sutil. De hecho, se acaba convirtiendo en una búsqueda compulsiva de sensaciones fuertes.
No es algo propio de los adolescentes aunque si es la etapa de la vida donde más aparecen. La autolesión suele comenzar en la preadolescencia o en los primeros años de adolescencia, cuando las emociones son más volátiles y los adolescentes se enfrentan a la presión de los pares, la soledad y los conflictos con los padres u otras figuras de autoridad.
La adolescencia es una etapa complicada para algunas personas. Los cambios hormonales, físicos y sociales los sitúan ante situaciones que debe enfrentar por primera vez y que pueden suponer una fuerte presión emocional.
A ese desarrollo psicológico adolescente no ayudan los numerosos mensajes de contradicción a los que se ven expuestos. Se les exige ser independientes y tomar decisiones, sin una preparación previa para ello, porque lo que se trata de una etapa de mucha vulnerabilidad psicológica donde buscan la construcción de su identidad.
Al mismo tiempo se ve envuelto en una sociedad en donde es vital conocer y seguir las modas y los estándares impuestos para sentirse parte de ella. Gestionar todo esto y decidir lo correcto no es fácil, más si su personalidad no está totalmente definida como ocurre con frecuencia en esta etapa.
Aunque no tienen que darse estas circunstancias, existen otros factores que pueden incrementar el riesgo de autolesión. Suele ser el hecho de tener amigos que se autolesionan o lastiman intencionalmente, haber sufrido algún tipo de negligencia, o situación traumática. Es posible que hayan crecido o permanezcan con una familia inestable, o que sean jóvenes que cuestionan su identidad personal o su sexualidad. Algunas personas que se autolesionan están socialmente aisladas.
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