La espera y la esperanza

“Nunca dejes de tener esperanza, todos los días ocurren milagros”

Llevaba años esperando a tener ese papel en la mano, esa evidencia, la certeza. No recordaba cuánto tiempo lo había estado deseando. Se había imaginado de mil formas distintas, pero en su imaginación no había cabido nunca tanta alegría como la que había sentido al tenerla en su mano.

Nada quiso ser igual a partir de ese momento. El miedo se había disipado, tanto como si no hubiese formado nunca parte de su vida.

Casi cuando parecía que ya no podía más, el aire dejó de golpear ventanas y puerta. Dejaron de escucharse las pisadas de fondo que tanto le asustaban. Todo se ordenó y el camino se tornó fácil. Sin venir a cuento, sin esperarlo, de la nada brotó lo que tanto tiempo había estado cultivando. Y es que con paciencia y amor (mucho amor), florece. Siempre florece.

Surgen sorpresas de lo más inesperadas. De esas que se olvida que se han esperando toda una vida. Como si fuera un chiste, la razón por fin se pone de acuerdo con el cuerpo. Y hasta se puede ver que la emoción respeta el momento.

Y supo cómo calmar su prisa, cómo aguantar las tempestades. Había aprendido a no gastar energías en batallas inútiles y se había centrado en una sola cosa: lo importante.

Sabía de sobra que el camino no era ni sería fácil, pero navegaba acompañada por una fuerza silenciosa que le animaba a no dudar de su propia persona, ni de la vida, ni del mundo … al menos por esta vez.

Había encontrado ese preciso objetivo vital. Y surgió la seguridad cuando más hacía falta. Como siempre, tan oportuna.

-¿Qué es lo que quieres ?-, preguntó sin mucha insistencia.

– No lo sé-, respondió mientras sentía que jamás lo había tenido más claro.

Por suerte se conocían bien; y sabían que sus “no lo sé” solo se utilizaban para ganar tiempo mientras pensaba la respuesta más adecuada. Las palabras que más se ajustaban a lo que de verdad quería decir.

-¿Qué es lo que, de verdad, quieres ?-, repitió con esa sonrisa de quien pregunta sabiendo las buenas respuestas.

Las respuestas se iban creando en su cabeza como se hace un buen guiso a fuego lento. Y el mismo calor calmaba la impaciencia. Se dejaba cocinar con calma. Sabía de sobra que algo se tramaba detrás de ese “no lo sé” que tantas veces le había socorrido; así que simplemente aguardó a la respuesta para que llegara cuando (y como) debiera.

Había esperado media vida y no iba a poderle la urgencia justo ahora. Fue capaz de esperar sin perder la esperanza. Contuvo las ganas para aguantar sin faltarle la paciencia. Simplemente aguardó y dejó que pasara. Sin prisas, sin presiones, sin inseguridades. Porque nunca había estado todo tan claro. Eran solo certezas. Esas certezas, que si han de ser, siempre se cumplen. Y como muy bien sabía su esperanza que ocurriría, inquebrantable, se cumplieron.

Y la prueba estaba en un papelito.

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“La esperanza puede ver el cielo a través de las nubes más densas” Thomas Brooks

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