Recuérdaselo

Llueve sin parar. Una niebla intensa cubre la vista que tanto me gusta observar desde mi ventana. Una morriña existencial gallega inevitablemente recorre mis venas. El agua golpea con fuerza. Agradezco profundamente esa estampa. Le da carácter.

Es mi entrada número cien, con 25.000 visitas hablando de algo tan lejano como las emociones en un mundo de superficialidades. Un día especial. Una celebración entrañable: 90 años de agradecida existencia, de su vida y de recuerdo. Y sigo sin creer en la casualidad.

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Mafalda

«¿Qué importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que a fin de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo», Mafalda.

Me imagino ahora a Guille, Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito y Libertad tristes, intentando consolar a Mafalda.

Recuerdo sin dudar cuál fue la primera viñeta que leí. En la cama, una noche previa al comienzo de curso, le enseñaba esa viñeta a mi hermana mayor. Desde entonces la he vuelto a releer cada comienzo de curso … y no han sido pocos los comienzos que he vivido desde entonces. Eso es lo que tiene la nostalgia. Así fue como Guille y Mafalda consiguieron que me volviese fan incondicional de sus historias.

¿Qué cuednoz hago con el agujedito que ziento adentro mío cuando no eztaz?
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Transformación

 

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¡Gracias!

 ¿Tía, qué están haciendo ustedes?
-esperando a que pase una libélula.
¿Para qué?
-porque mi amiga no las conoce y quiere ver una…
Yo tengo un libro que tiene el dibujo de una libélula.
-la libélula del libro no sirve.
¿Por qué?
-porque ella quiere escribir un haiku *.
¿Qué es haiku?
-es esperar que pase una libélula.

-Del muro de Nélida Cañas-

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Si estas palabras han llegado hasta ti, tengo la sospecha de que esta vez no será una casualidad. Te pediré que tengas un poco de paciencia, algo de curiosidad y que continúes leyendo para que llegues hasta el final y lo descubras.

Todo empezó cuando Alvin murió. No fui capaz de despedirla como merecía porque ¡cómo cuesta decir adiós!  Cómo cuesta poner un punto y final a las historias. Por apego o porque nos aferramos sin tregua a aquello que queremos, a lo que forma parte de nuestro camino, nuestro equipaje, nuestro álbum de fotografías. Lo cierto es que tanto a la pena, como al amor, al dolor o al miedo cuesta mucho encontrarles las palabras correctas. O al menos aquellas que se le parezcan.

Pero tratándose de ella, conociéndola tanto como la conozco y habiendo mirado soñadora tantas veces a las estrellas, tenía la certeza que había partido de esta vida con una bendición. Y esa bendición ahora formaba parte de mí. Había depositado en mis manos la admiración, la fantasía, la perseverancia, la lucha, lo esencial, las entrañas y unas pisadas en un suelo blanco y rojo que, después de todo, seguirán en este mundo cada vez que yo le dé continuidad en su nombre y con su ejemplo. Por algo será que nos cuesta tanto decir adiós.

Porque llevó siempre consigo unas enormes ganas de vivir, como si no hubiera un mañana. Quizá porque a menudo era consciente de que el mañana no depende nunca de nosotros. Y sabía reconocer qué era importante y cuándo era importante. No creía en la celebración de los momentos especiales. Ella era capaz de hacer de cada día un momento para celebrar.

Es justo por eso que siento que no puedo hacerle esto. No puedo aferrarme a un pasado que ya no existe. No puedo dudar a la hora de decirle adiós, su barquito de papel no puede quedar varado por más tiempo; y ahora toca esperar a que un día vuelva a ver «batir sus alas». Porque ha llegado el momento de la transformación.

Las que fueron siempre sus ganas de vivir no permiten más tiempo de espera, ni más tristeza; uno tiene casi la obligación de seguir viviendo con sus mismas ganas. Se lo debo. Espero que sepa perdonarme el tiempo que he tardado en darme cuenta. 

«Mi cazador de libélulas,¿hasta dónde se me habría extraviado hoy?» -Haga no Chiyo-

Tan importante fue para mí, que es mi única intención conseguir despedirme con la misma alegría y con el mismo cariño con los que compartí sus días más felices. Y aunque me cueste la misma vida las despedidas, hace 16 años aprendí una importante lección para comprender, sin más, el verdadero significado de despedir a alguien, de poner un punto y final o pasar página en algún episodio de la vida.

Y no he encontrado, hasta hoy, mejor ocasión para compartirlo:

 «En el fondo de un viejo estanque vivía un grupo de larvas que no comprendían por qué cuando alguna de ellas ascendía por los largos tallos de lirio hasta la superficie del agua, nunca más volvía a descender donde ellas estaban.

Se prometieron unas a otras que la próxima de ellas que subiera hasta la superficie, volvería para decirles a las demás lo que le había ocurrido.

Poco después, una de dichas larvas sintió un deseo irresistible de ascender hasta la superficie.

Comenzó a caminar hacia arriba por uno de los finos tallos verticales y cuando finalmente estuvo fuera se puso a descansar sobre una hoja de lirio. Entonces experimentó una transformación magnífica que la convirtió en una hermosa libélula con unas alas bellísimas.

Trató de cumplir su promesa, pero fue en vano. Volando de un extremo al otro de la charca podía ver a sus amigas sobre el fondo. Pero sus amigas no podían verla a ella.

Comprendió que incluso si ellas a su vez hubieran podido verla, nunca habrían reconocido en esta criatura radiante a una de sus compañeras»

Del libro «Cuentos para crecer y curar» de Michel Dufour


La moraleja no puede ser más simple: que después de esa transformación que llamamos muerte, despedida o final no podamos volver a ver a nuestros seres queridos, ni comunicarnos con ellos, no significa que hayan dejado de existir en nuestra vida, ni mucho menos que hayamos dejado de quererlos … El amor sencillamente se transforma.

«LA MUERTE, NO ES MÁS QUE UN CAMBIO DE MISIÓN». (León Tolstoi)

Quien sabe de lo que hablo, quien ha visto una libélula, o sueña con verla y reconocerla, ha entendido una forma superior de amar. Un amor incondicional que continúa aunque no puedas ver, aunque no puedas tocar, oler o escuchar. 

Es el amor que permanece pese a todo. El amor que empaña nuestra mirada de nostálgica alegría al recordar los aprendizajes que merecen la pena, que sobreviven al tiempo y al espacio físico.

Quien ha pasado el duelo y lo ha vivido sabe bien de qué hablo y estará de acuerdo conmigo en que no hay palabras que lo expliquen, pero esa transformación es un sentimiento oceánico, cumbre, privilegiado.

Así que cuando veas una libélula rondar tu vera, no intentes capturarla o perseguirla, es un hada de alma libre, alguien que intenta cumplir su promesa con algún ser querido que seguramente lo estará echando de menos.  

Contempla serenamente su vuelo y déjala partir.

Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos, cuando apenas se habitaba la Tierra, las almas se transformaban en hadas para ayudar a sus seres queridos con sus labores diarias con magia. Para no tener que partir. Pero tenían prohibido establecer vínculos para no alterar el orden de la naturaleza. Sin embargo, como Eva en el paraíso, algunas hadas desobedecieron, siendo castigadas convertidas en libélulas sin la posibilidad de hablar, aunque seguían leyendo los pensamientos, mantenían la intuición, la belleza y la magia para conceder sueños y deseos.

Años más tarde se les ofreció volver a su forma original pero ellas no quisieron renunciar a su cuerpecillo de libélula, sintiéndose mucho más libres de apegos.  Y vivieron para siempre así.

Y hoy en día nos recuerdan que en un lugar en donde hubo dolor, nació algo mágico y bello. Pensamientos que ayudan a sanar emocionalmente las heridas de la nostalgia.  Y lejos de misticismos en los que cada uno decide si creer o no, el baile de las libélulas con el viento es una lección que aprender. ¿Cómo de rápido somos capaces de adaptarnos a las circunstancias de cambio que nos propone la vida? Paciencia, resiliencia y constancia.

¿Debemos aferrarnos a la forma en la que esperamos que sean las cosas o estamos dispuestos para vivir tal cual acontece la vida?

Seamos capaces de adaptarnos, aprendamos a ser flexibles y a continuar con la nostalgia como parte de la vida.

La magia no existe porque nadie cree en ella. Pero cuando necesitas creer en la magia para que las personas que son parte de ti no se vayan del todo, la magia de las libélulas  no defrauda.

Recuerda que el amor de quien partió se transforma, no muere, pervive en alguien especial para ti que lleva su esencia. Y si has llegado hasta aquí, tanto si has visto alguna vez «tú libélula», rondando tu ventana como si no, ha llegado el momento de sorprenderte.

Siempre habrá alguien dispuesto a alzar el vuelo de una libélula en tu vida. Hay una para ti. Deseo que la encuentres y puedas escribir tu propio *haiku.

 

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Pincha para ver tu libélula

El síndrome de Lucio

«La palabra ‘elección‘ es un fraude

mientras la gente elija sólo lo que le han enseñado a elegir» 

Idries Shah

Seguro que mientras leas esto pensarás en lo obvio de esta situación y la poca relevancia que tiene sobre nuestra vida. Pero pregúntate antes de empezar a leer cuantas cosas no haces porque piensas que «no se te da», cuántas te limitas o te castigas por miedos, complejos o inseguridades aprendidas. Cuantos «NO» has pronunciado a los demás (y a ti mismo) porque en alguna ocasión anterior las cosas no salieron bien. Seguir leyendo «El síndrome de Lucio»

Aprender de ti

Aprende a mirar lo que ya miraste y trata de ver lo que no viste”

Saturnino De la Torre
Elaborado por Marta J.G.

Intento aprender de ti. A veces para saber lo que sí debe ser. A veces para elegir lo que no quiero más.

El camino ha podido ser largo. Los tropiezos habrán abundado. El dolor nos habrá visitado. Y sin embargo, mírate, aquí seguimos. Más que nunca, “viento en popa, a toda vela”.

Y pienso. El día ha tenido pocas horas y demasiados encargos. Ha sido largo. Cansado. Pero adoro ese cansancio que me ha dado un día que de sobra sé que perdurará ya para siempre en la memoria. La vida te da grandes regalos y a veces los vemos pasar sin darnos cuenta. Pero hoy no.

Podrán pasar vientos y tornados, que ese recuerdo ya será para mí. Incluso cuando tengan que llegar los trapos del olvido. Esa será una de mis suertes. Soy afortunada.

Porque a pesar de todo, en cada momento del día, cada día, recuerdo la suerte de tenerte aquí. Porque te veo sonreír. Porque conozco cada huella que caminas, cada enojo que te afrenta, cada laberinto en tu cabeza. Pero también conozco mejor que nadie la forma en la que hacerte feliz. Y aún así, a pesar de tus cuestas y pendientes, tus quejas y lamentos, sigue siendo una suerte acostarme cada noche sabiendo que, un día más, sigues aquí. Con el valor que tiene precisamente hoy en día.

Intento aprovechar para aprender de ti. Las mañas al fuego, los olores y recetas de toda una vida, los trucos de la abuela, los hilvanes y retales, los recovecos del pasado. Herencia que ya queda por siempre para mí. Intento aprender y agarrar este momento, la forma de hacerlo perdurar cuando ya no estés aquí.

Intento aprovechar para aprender de ti. De la vida. Cada día. Yo que quizá nunca he sido de escarmentar en cabezas ajenas. Aprendiendo a cometer errores y remontar, como en otro tiempo te vi hacerlo a ti. Y agradecer mientras pueda el ejemplo que la vida me pone delante. Para bien o para mal, lo que soy es por culpa o gracias a ti.

Intento aprender, te lo prometo. Y sé que a veces incluso llegas a reconocerte en mí. Aunque nunca lo digas, sabes que a veces es así.

Intento aprender de la vida que estos días, más visible que nunca, corre apresurada sin pedir permiso. Sin pedir perdón. Donde nada tiene valor, más que los que siguen y continúan aquí. Donde un abrazo se convierte en un lujo. Donde tener a tu madre o a tu padre en casa, es el mayor poder.

Yo que camino ya coja de un pie… que sé lo que es perder y despedir, agradezco a la vida las horas, los días, las semanas que me permiten disfrutar de las personas que quiero. La calma para escuchar a mis pequeñas almas sonreír. Para poder sentirme cerca de los miedos que estén por llegar, para consolar las peleas mentales (casi siempre contra nosotros mismos), para abrigar las ansiedades y el frío de las personas que son importantes para mí. Siempre intenté, aprendiendo de ti, de ti, y también de ti, dar a los demás lo mejor de mí misma.

Pero lo que verdaderamente es una suerte es poder decirte todo esto ahora que… todavía estamos a tiempo.

¡Feliz 75 cumpleaños, mamá!

Principitos, rosas y dragones

«…la locura de mi vida es hacer leyenda contigo»

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«Viví así, sólo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve una avería en el desierto, hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni canijo ni pasajeros, me dispuse a realizar, solo, una reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte. Tenía agua apenas para ocho días…»

«…Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo…»

«…Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y, sin embargo, algo resplandece en el silencio…»

«…Será necesario que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras…»

Antoine de Saint- Exupéry. El Principito.

Indicaciones: por favor, abre tu corazón y lee entre líneas para adivinar, un poquito más allá de lo evidente,  tu «cachito» en este texto. Recuerda que «Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos».

Casi en el desierto, pero con la suerte de tanta gente con la que hablar. En un momento existencial de incertidumbre, con sus luces y  algunas sombras, de  rapidísimas subidas y bajadas, donde un día sentimos ganas de llorar y al día siguiente, sin saber ni cómo, conseguimos venirnos arriba, existen personas que hacen de fanal, te protegen y te llenan de una cercanía familiar. Se trata de auténtica pasión por lo que hacemos, pero también pasión por aquellos por quien lo hacemos… y lo que casi siempre olvidamos, pasión por aquellos que lo hacen posible.

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«Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre despertarse»… Antoine de Saint- Exupéry. El Principito.

img_6861Así es como despiertas un día con toneladas de sorpresas, momentos especiales y  detalles cargados de significado. Y coincide con el 23 de abril, el Día del Libro, la Diada de Sant Jordi, el Día de Aragón, el Día de la Lengua Inglesa en las Naciones Unidas y mil cosas más, como celebrar San Jorge,  San Adalberto de Praga, San Eulogio, San Gerardo de Toul, San Marolo de Milán, Beato Egidio de Asís, Beata Elena Valentini, Beata María Gabriela Sagheddu,Beata Teresa María de la Cruz Menetti… Felicidades a todos los que celebran su onomástica hoy. Todo en un día que, como cada año, vuelve a estar perfumado de un libro. No cualquier libro. El libro.

El 23 de abril es un día simbólico para la literatura mundial ya que ese día en 1616 fallecieron Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. La fecha coincide, además, con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes como Maurice Druon, Haldor K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo. Era una elección natural que la Conferencia General de la UNESCO, celebrada en París en 1995, rindiera un homenaje universal tanto a los libros como a los autores, estableciendo el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, así como el Premio UNESCO de de literatura infantil y juvenil en pro de la tolerancia.

img_6836Por otra parte, curiosamente Jorge, procedente del griego Georgos, significa ‘el hombre jardinero’. No es casualidad que en Cataluña la tradición manda regalar una rosa y un libro. También este santo se celebra en el Día de Aragón, (aprovecho para enviar un cariñoso abrazo a mis maños favoritos) debido a las apariciones milagrosas que San Jorge realizó en numerosas batallas en las que ayudó a los cristianos a llevarse la victoria. El resto de lo que ha llegado hasta nuestros días son preciosas fábulas y leyendas que se crearon en torno a este día. En occidente, la más popular es la de la historia de San Jorge y el dragón, recogida en La leyenda dorada. En ella se cuenta cómo mató a este ser mitológico para salvar a una princesa.

Una rosa, elemento común que tiene el día de hoy y la historia de nuestro particular libro.  Un libro que me parece auténtica magia, porque aún cuando lo he leído más de un centenar de veces, que a pesar de su corto número de páginas y de que me parezca que conozco sus frases de memoria, cada vez que lo leo de nuevo descubro un nuevo mensaje en sus líneas. Un libro que siempre da respuestas, da igual el momento. Un libro que se entiende diferente si lo lees con un niño o con un adulto. Un libro único. El libro.

«…Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden y las espinas son su defensa…»

«…Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante…»

Antoine de Saint- Exupéry. El Principito.

 

Por lo que entre libros, Jorges, espigas, rosas, fanales, princesas, principitos, asteroides, jardineros y dragones transcurre el día, el tiempo y las leyendas. Rodeada de sueños, pasiones y apasionados soñadores. Soñadores que a veces vienen en forma de profesores y de alumnos. Tremendamente orgullosa de ellos (de mis compis y de mis principitos), de sus rosas y hasta de mis feroces dragones. Ellos lo saben. Procuro no perder la oportunidad para decirlo.  «Estar con» ellos y «ser de» ellos.

Tal como son, como el fanal que cuida de la rosa del principito, del dragón que protege el castillo de la princesa. La rosa que alegra los días, como el regalo con el que nos sorprendieron esta mañana por el Día del Libro.

«Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer»

 

*Precioso trabajo elaborado por Anwar (el más leal amigo del Principito), Batis, Tere, Sandra, Mónica y los alumnos de 1º de ESO,  para celebrar el día del libro.

Así es como la tradición hoy cambia, para convertir a las princesas de la diada de Sant Jordi en Principitos. Al dragón, en el mejor amigo, aquel que espanta los miedos, quien arrasa lo malo a fuego. Una rosa que llega al alba para despertar ilusiones. Para recordar que siempre hay leyendas por crear. Que las espinas no siempre duelen. Y lágrimas de alegría que limpian confusiones, dando paso a todo lo que está por llegar. Nuevas aventuras por vivir… hasta el 23 de abril del año que viene. Celebres lo que celebres hoy, ¡feliz día, feliz vida!

«Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo»

Antoine de Saint- Exupéry. El Principito.

Pd: Gracias a Anwar, Daniel, Mar, Iago, Rocío, Lucía, Aitana, Luis, Ale, Marta, Pablo, Carlos, Laura y a los alumnos de 1º de ESO.

El consuelo de las tontas

“Cuando estamos en contacto con nuestra humanidad en común, recordamos que los sentimientos de insuficiencia y decepción son compartidos por todos. Esto es lo que distingue la compasión hacia uno mismo con la lástima. Mientras que la lástima dice “pobre yo”, la compasión hacia nosotros mismos nos recuerda que todos sufrimos y nos ofrece confort porque todos somos humanos. El dolor que siento en momentos difíciles es el mismo dolor que tú sientes en momentos difíciles. Los disparadores son distintos, las circunstancias son distintas, el nivel del dolor es distinto, pero el proceso es el mismo. No siempre puedes obtener lo que quieres. Esto es verdad para todos”

Kristin Neff,

La expresión “Two in distress makes sorrow less” (dos en apuros hacen que la pena sea menor) se dice con un sentido de alivio al descubrir que no somos los únicos que pasamos por una adversidad; no porque los problemas mejoren, sino por cierto sentimiento de tranquilidad que parece acompañar a esta comparación. Una parte del efecto terapéutico de los grupos de autoayuda tiene que ver con esto.

Varios dichos populares hacen alusión a esta sensación. «Desgracia compartida, menos sentida» son palabras que apuestan por el sentimiento reconfortante.  

En alemán encontramos el término «Schadenfreude» para describir esa especie de «júbilo» que ocurre con los infortunios del vecino.

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La espera y la esperanza

“Nunca dejes de tener esperanza, todos los días ocurren milagros”

Llevaba años esperando a tener ese papel en la mano, esa evidencia, la certeza. No recordaba cuánto tiempo lo había estado deseando. Se había imaginado de mil formas distintas, pero en su imaginación no había cabido nunca tanta alegría como la que había sentido al tenerla en su mano.

Nada quiso ser igual a partir de ese momento. El miedo se había disipado, tanto como si no hubiese formado nunca parte de su vida.

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Molinos y batallas

Mientras espero en la puerta de embarque de un vuelo eternamente retrasado lo observo sentado en el suelo, derrotado pero sonriente, acompañando a su “dama” mientras ella carga su móvil en el único enchufe de todo el aeropuerto.

Su cara me sugiere que el cansancio, la fiebre y el exceso de medicación se han apoderado de ella y no sabe si lo que ocurre en esa terminal es real o acaso lo imagina. Quién sabe si apenas es solo un vago recuerdo de algo que una vez sucedió.

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Terapeuta vital

«Y si un día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame… estaremos en silencio.»

Gabriel García Márquez

Es curioso cuánto podemos aprender de un niño. De él todavía más.

Llegó para colmar de felicidad a unos padres que lo deseaban con todas sus fuerzas. Que lo hicieron todo para acogerte.

Pero también llegó para enseñarnos como el amor puede sanarnos. Para comprobar como un auténtico aluvión de cariño, protección y amparo pueden enderezar la misma vida. Para recordarnos que aunque uno parta en desventaja en el inicio de la vida, llegan oportunidades para reconstruirnos de cero. Llegó para demostrar que el amor de verdad todo lo puede. Absolutamente todo, por muy feas que se pongan las cosas. Porque el amor es así, está por encima de todo. Seguir leyendo «Terapeuta vital»