Apegos

Los enemigos como el odio y el apego carecen de piernas, brazos y demás miembros, y no tienen coraje ni habilidad. ¿Cómo, entonces, han conseguido convertirme en su esclavo?”

-Shantideva-

Año nuevo. Propósitos nuevos.

Se ha convertido en uno de los principales motivos de sufrimiento de toda la humanidad. A todas las edades. Los bebés lloran por apego. Aunque lo que no se suele tener en cuenta es que los adultos también lloran por el mismo motivo. Si consideras que algo en tu vida es “indispensable”, es un asunto al que deberías dedicarle tiempo para resolverlo; porque cualquier relación basada en el apego significa entregar el alma a cambio de una falsa sensación de seguridad/necesidad. Es necesario reflexionar sobre qué necesidades secundarias podrían ser prescindibles para nuestra supervivencia emocional; y enfrentarnos a esos apegos que no nos dejan avanzar.

Quizá nos hayan hecho creer que esto debe ser así. El éxito a menudo significa pertenecer a algo, a alguien, a un grupo. Que algo nos pertenezca. El éxito se cuantifica en posiciones adquiridas (incluyendo a personas).

Somos seres sociales y sin duda eso nos lleva a caer en el caos. Hemos sido educados para acatar normas sociales… a veces, a cualquier precio. Sin embargo, las cosas, las personas, las relaciones y los vínculos cambian, se transforman. Lo saben bien las sociedades orientales, donde educan desde la ley de la impermanencia: las cosas se van, cambian, no son para siempre; y por eso, debemos estar listos para aceptar la pérdida con serenidad.

Crecer emocionalmente en el apego, significa necesitar cada vez menos. Y qué dificil nos resulta aceptar la desesperanza, aprender a perder, avanzar y soltar.

¿Por qué es un tema tan delicado?

El apego es un vínculo afectivo intenso que se establece desde los primeros momentos de vida entre la madre, padre o figura de referencia y el bebé recién nacido. Su función es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad. Es curioso. Cuando un bebé nace, necesita de ese apego para poder sobrevivir. Paradójicamente, ese apego durante la infancia es el soporte básico para la seguridad emocional en la vida adulta. No solo es sano, si no que es vital.

Pero… el apego puede convertirse en un vínculo obsesivo fundamentado en cuatro creencias falsas: que es permanente, que nos hará feliz para siempre, que lo necesitamos porque nos da seguridad y que dará sentido a nuestra vida.

Cuando se tiene un vínculo de este tipo, no se está preparado para la pérdida y no se acepta el desprendimiento. Y eso es un lastre que nada tiene que ver con el afecto o un vínculo emocional sano.

Esto es tremendamente peligroso: este tipo de apego corrompe la propia dignidad, el respeto por uno mismo. Menoscaba la libertad personal y va comiendo poco a poco la tranquilidad y la salud mental que tanto necesitamos para desarrollarnos de forma natural y sana.


Lingüísticamente hablando, el apego suena a alguien que te quiere, te cuida o te protege. Lo asociamos equivocadamente con el apego de los bebés, que lo necesitan literalmente para sobrevivir. Sin embargo, ahí está la clave. Que madurar y crecer va relacionado con saber soltar amarras, romper apegos en términos de «adicción» de personas, situaciones, hábitos o a relaciones poco saludables. Esa necesidad de una persona o vínculo emocional que sentimos imprescindible; lo que nos convierte a nosotros mismo en un vacío, dando lugar al poder, la posesión… incluso la manipulación.

“Trata de no confundir el apego con el amor. El apego tiene que ver con el miedo y la dependencia y tiene más que ver con el amor a uno mismo que al amor a los demás”.

-Yasmin Mogahed-

Este apego (o mejor dicho, dependencia) nada tiene de primario, como es en el caso de un bebé. Son necesidades creadas, generadas a base de aprendizajes mal establecidos, sobre la creencia de que son deseos a los que no podemos renunciar. Otra vez nuestra dificultad (aprendida) para aprender a soltar o aprender a perder.

Todo esto es importante porque afecta a la salud mental… llegándonos a resentir nuestra salud física. Por eso, cuando te ves en una encrucijada vital por culpa de los apegos, uno debe tratar de ser irreverente con ellos, hasta el punto de parecer (y ser) rebelde. Sin duda, es toda una rebeldía interior.

Un estado necesario para romper el esquema básico en el que estás metido y poner en funcionamiento un nuevo paradigma de vida. Romper el orden establecido para poder crear un orden nuevo desde el inicio. Y son las crisis las grandes oportunidades para romper (sin anestesia) y trabajar el desapego. Una crisis implica un cambio de valores y casi siempre nos obliga a desprendernos de muchas cosas que no sabíamos que nos estaban haciendo daño.

Abrir los ojos duele, pero es un dolor muy necesario.

“Si no tienes libertad interior, ¿Qué otra libertad esperas poder tener?.”

-Arturo Graf-

¡Feliz 2024! Feliz San Emmanuel

Re…siliencia: re…galos que te da la vida.

Es durante nuestra peor caída cuando morimos o aprendemos a volar. – Sira Masetti

Mi madre suele decirme que cuando una puerta se cierra, otra mejor se abrirá. Y como ya sabemos, las madres (casi) siempre tienen razón.

Las puertas cerradas nos permiten irnos del lugar, nos liberan de cadenas. Nos permiten respirar.

Cerrar puertas es el ejemplo más sencillo de resiliencia. Que en psicología se conoce como la capacidad que TODOS tenemos en nuestro repertorio de recursos mentales para superar circunstancias traumáticas como la muerte, perder una casa, accidentes o asumir una separación o divorcio no deseados (al menos, a priori).

Al principio nos parece imposible que seamos capaces de superarlo. Inmerso en medio del luto, nos dejamos llevar. A la deriva.

Nos lo explican, nuestro cerebro hasta es capaz de verlo durante unos minutos; pero ese nudo en alguna parte del cuerpo que no nos deja respirar (llamado incertidumbre) puede más. Siempre puede más. El caos nos arrasa y el nudo nos recuerda que la inquietud, el desasosiego, la vacilación y la duda de lo que está por pasar, ha vuelto a ganar la batalla. Aunque la batalla ciertamente ya estaba perdida de antes.

Todos conocemos ese nudo; y también, de oídas, añoramos esa capacidad de resiliencia. La Asociación Americana de Psicología (APA) la define como “el proceso de adaptarse bien a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o fuentes significativas de estrés”. El término procede del latín, de resilio (re salio), que significa volver a saltar, rebotar, reanimarse. Curiosamente es en ingeniería civil donde se usa para calcular la capacidad de los materiales para volver a su posición original tras soportar ciertas cargas o impactos que los deforman. Aunque tengo la sospecha de que el ser humano, a diferencia de otros materiales, jamás vuelve a la posición original. A veces se rompe, otras quedan cicatrices invisibles. Y otras veces surge una versión mejor.

La resiliencia se ha puesto de moda. Parece que a todos nos urge cerrar heridas , bloqueando todas las puertas de la incomodidad. Le hemos cogido manía al dolor, al cambio, a la incertidumbre, a no tener el control de la situación. Al sacrificio, al esfuerzo, a la falta de estímulos inmediato y de felicidad.

Lo queremos arreglar todo sin sufrir. Y lo peor, lo queremos ya. Pero como suele pasar en la mayoría de las cuestiones vitales, suele ser muuuucho más fácil la teoría que la práctica.

Aunque no pretendo profundizar, podemos hablar de la resiliencia psicológica, la emocional, la física y la comunitaria.

A menudo la reconocemos como fortaleza mental, pero la resiliencia psicológica alude a la capacidad mental de adaptarse (o al menos resistir) a la adversidad.

La resiliencia emocional permite conectar, comprender y organizar las emociones y los sentimientos en medio de un contexto de crisis personal. Toda situación desfavorable desencadena una avalancha emocional descontrolada en modo de ira, odio, tristeza o miedo. Vivir todas estas alteraciones de nuestro estado de ánimo nos ayudará a gestionar mejores propuestas y soluciones.

Y del tipo de resiliencia más desconocido e interesante que hay, es esa fortaleza o resiliencia física para recuperarse de enfermedades y accidentes. Numerosos estudios asocian todo esto con la vejez saludable. Un tema sobre el que podría extenderme largo y tendido en otra ocasión.

Por último, la resiliencia comunitaria recoge las habilidades, estrategias y capacidades de un grupo para responder y adaptarse a situaciones impactantes negativamente…. Y hasta aquí quería llegar: al grupo; ese apoyo necesario para rebotar o resurgir. Eso que lo hace todo infinitamente más fácil. La pata de la silla que está cuando uno no se sostiene solo. El pepito grillo que te sopla lo que tu cabeza ya sabe pero aún no eres capaz de ver.

Es un regalo saber aceptar la ayuda adecuada en el momento oportuno. Ser resiliente implica necesariamente saber recibir ese “algo” imprescindible para alcanzar lo que solos no conseguiríamos ni de coña.

Así que hoy, en realidad, no va de cerrar puertas. Hoy puede ser ese buen día para cantar una alegoría a la capacidad de rebotar, saltar o reanimar … con esa cuarta pata de la silla que siempre está. Saltando, reanimando, acompañando. Ese apoyo que asumió con gracia y sin juicios su rol de resiliencia comunitaria… quien lo diría, de rebote o casualidad.

Ser resiliente no es únicamente superar una situación traumática. Superar algo se hace casi sin darte cuenta, con el mismo paso del tiempo. Ser resiliente supone asumir y exponerse de nuevo a situaciones difíciles para alcanzar el cambio. Arriesgarse en donde una vez te salió mal, y lo perdiste todo, con la absoluta certeza de que ya pudiste una vez con ello.

No es solo aceptar la vida imperfecta con calma, sino estar conformes con ello porque se sabe que solo es una fase de la vida, necesaria para algo mejor. Supone cerrar puertas a pesar del temor. Implica estar dispuesto a soltar amarras, vencer apegos y confiar en las propias herramientas personales para afrontar el cambio. Es aceptar que puede salir mal y aún así intentarlo de nuevo. Es reconciliarte contigo mismo y permitirte, de nuevo, ser vulnerable.

Ser resiliente es estar dispuesto a sufrir para alcanzar lo que uno desea. Supone pedir y aceptar ayuda. Escuchar y estar atentos. Pero también desoír consejos. Insistir en ello y en ellos.

Y es que después de un vendaval que casi acaba conmigo, va llegando la calma. Esa que uno se promete a si mismo que se merece.

Juré que encontraría la manera de cerrar la puerta con una maleta llena de errores, dudas, aprendizajes, de fotos, de momentos, de personas. Jure que aprendería a mirarme imperfecta.

Juré también que encontraría la ocasión para darle las gracias a los portadores de ese caos, a las gotas de agua que colmaron el vaso. Jure que encontraría el valor y la oportunidad para darles las gracias por cruzarse en mi camino para cerrar puertas, para quitarme la venda de los ojos y dar paso a una puerta diferente … (como dice mi madre, una puerta mucho mejor). y en medio de todo ese trajín, en lontananza, dejarme un sin fin de regalos: entre tantos, la verdad, la vida, el afecto y la amistad. El amor propio y el de verdad.

Y qué mejor ocasión, cuando estamos celebrando la vida, la pascua, la natividad, los buenos propósitos de año nuevo y los nuevos comienzos. Que mejor día que hoy.

El portazo nos sacude. Y es esa sacudida la que nos devuelve algún día la paz mental. Una puerta cerrada convierte esos puntos suspensivos agónicos en los que nos resistimos, en un punto final que nos trae de vuelta a la vida.

Sin duda al cerrarse una puerta, un nuevo camino se abrió. Llegó la verdad, llegaste tú. Llegué yo. Llegamos nosotros. Bienvenidos los regalos que esa puerta cerrada, ese portazo atronador fue dejando en el camino. Gracias de corazón.

El entusiasmo es común, pero la resistencia es extraña. – Angela Duckworth

Recuérdaselo

Llueve sin parar. Una niebla intensa cubre la vista que tanto me gusta observar desde mi ventana. Una morriña existencial gallega inevitablemente recorre mis venas. El agua golpea con fuerza. Agradezco profundamente esa estampa. Le da carácter.

Es mi entrada número cien, con 25.000 visitas hablando de algo tan lejano como las emociones en un mundo de superficialidades. Un día especial. Una celebración entrañable: 90 años de agradecida existencia, de su vida y de recuerdo. Y sigo sin creer en la casualidad.

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Maldita frustración: como manejarla.

Tiempo estimado de lectura: 4 minutos y medio. 830 palabras.

La lucha por un objetivo no es garantía de consecución. Las cosas que merecen la pena cuestan. A veces se consiguen, otras se logra algo que ni siquiera entraba en nuestros planes. Nos olvidamos de que el éxito puede estar en el mérito mismo de intentarlo (y lo que esto supone para nuestro autoconcepto) o en todo lo que llegas a aprender en el proceso. Todo pasa por algo, hasta el fracaso.

Aunque nos cueste entenderlo, lo que llamamos “fracasos” suelen acercarnos a un éxito desconocido, que quizá ni habíamos imaginado, pero éxito al fin y al cabo, y que nos vendrá bien en el futuro. Son esos errores convertidos en aciertos.

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La historia de Sergio: La vida con Glut 1

¡¡Vamos a descorchar la alegría!! Aunque sea por un instante.
Vamos a celebrar algo pequeño.
Vamos a ponerle nombre a algo o a alguien por quien hoy quiero brindar.

Muxote Potolo bat

Se trata de «La vida con Glut 1» contada por los pacientes y sus familias. Cómo se vive con una enfermedad minoritaria narrada directamente por sus protagonistas, justo en el momento del descubrimiento de que, en muchas ocasiones, la lucha por la consecución de los objetivos marcados puede cegarnos, no dejándonos ver todo lo que se ha estado consiguiendo por el camino, con mucho esfuerzo, incomprensión y lágrimas, durante años.

Está bien querer seguir avanzando, pero la celebración de los éxitos constituye un motor potente de motivación que no debemos pasar nunca por alto.

Es una reflexión sensible para las familias, pero también para los profesionales que tenemos la suerte de aprender en el camino con ellos. Quizá porque caemos muy poco en la cuenta de la necesidad de evidenciar, cuantificar y verbalizar esos logros, cuando la familia no puede hacerlo, fruto de la tensión acumulada por los años.

Efectivamente celebramos poco, mucho menos de lo que deberíamos, el fruto del esfuerzo. Pero si miramos atrás, haciendo un recorrido longitudinal estoy segura de que nuestras expectativas más altas y soñadoras se han superado con creces. Y eso se merece una celebración a lo grande.

Te recomiendo «La historia de Sergio». Leer enhttp://www.aglutinate.org/los-pacientes/

💪🏼💪🏼 ¡¡aGLUT1nate por el Glut1!! 🤗🤗

Maldita frustración II

“La madurez es la capacidad de pensar, hablar y actuar dentro de los límites de la dignidad. La medida de tu madurez es cuán espiritual te vuelves en medio de tus frustraciones”.

Samuel Ullman.

Tiempo aproximado de lectura: 3 minutos. 600 Palabras.

Según los expertos en esta materia, existen tres perfiles a la hora de hacer frente a una situación altamente frustrante:

  • Con agresividad, sacando a flote la ira y descargando contra todo o contra todos. Se trata de un estado de oposición relacionado con la ira y la decepción, que surge de la percepción de resistencia a lo que deseamos.
  • Mediante herramientas de huida, evitación o escape de esas situaciones frustrantes.
  • Con mecanismos de sustitución. Cambiando una situación por otra que no le produzca esa angustia. Lo que casi siempre conlleva altas dosis de autoengaño.

Lo sano sería después de cualquiera de estos tres procesos aprender a aceptar realidades, a pesar de las emociones negativas y las incomodidades que eso conlleva. Algo que no es fácil, pero lo importante es que se trata de una actitud y, por suerte, puede trabajarse y desarrollarse.

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Hay un tiempo para todo

Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: 

un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; 

un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; 

un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; 

un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; 

un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; 

un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; 

un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. 

¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo? 

Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. 

Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin. 

Yo comprendí que lo único bueno para el hombre es alegrarse y buscar el bienestar en la vida. 

Después de todo, que un hombre coma y beba y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios. 

Yo reconocí que todo lo que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios obra así para que se tenga temor en su presencia. 

Lo que es, ya fue antes, lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz. 

Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad. 

Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción. 

Eclesiastes 3,1-17

El discurso ha concluido. Ha quedado todo dicho. No más palabras. Ahora hay que dejar trabajar al tiempo, ese tiempo en el que se encuentra toda la verdad.

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Mafalda

«¿Qué importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que a fin de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo», Mafalda.

Me imagino ahora a Guille, Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito y Libertad tristes, intentando consolar a Mafalda.

Recuerdo sin dudar cuál fue la primera viñeta que leí. En la cama, una noche previa al comienzo de curso, le enseñaba esa viñeta a mi hermana mayor. Desde entonces la he vuelto a releer cada comienzo de curso … y no han sido pocos los comienzos que he vivido desde entonces. Eso es lo que tiene la nostalgia. Así fue como Guille y Mafalda consiguieron que me volviese fan incondicional de sus historias.

¿Qué cuednoz hago con el agujedito que ziento adentro mío cuando no eztaz?
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Maldita frustración. Trabajar la tolerancia en niños

Tiempo medio de lectura: 2 minutos y medio. 550 palabras

Cuando un niño presenta baja tolerancia a la frustración, en parte será debido a los aprendizajes que haya tenido y en parte a su carácter. Por eso es fundamental tener claro como educadores, que la frustración es un mal necesario y que se debe dar para que los niños tengan la posibilidad de aprender a gestionarlo. Si evitamos todas sus adversidades, no le enseñaremos a manejar sus emociones y mucho menos podrá aprender a mejorar sus conductas.

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Maldita frustración

Tiempos estimado de lectura: 5 minutos. 1100 palabras

…A mi sombra más oscura, antes de que Troya arda del todo.

¿Qué es lo que no estoy aceptando?

“Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento. Sufres porque no aceptas lo que te va ocurriendo a lo largo de la vida y porque tu ego te hace creer que puedes cambiar la realidad externa para adecuarla a tus propios deseos, aspiraciones y expectativas. Pero la verdad es que lo único que sí puedes cambiar es la interpretación que haces de los acontecimientos en sí, conociendo y comprendiendo cómo funciona tu mente. Si tu interpretación del hecho te reporta sufrimiento es que actúas movido por la ignorancia; si te deja satisfacción, bienestar o armonía no cabe duda de que actúas movido por la sabiduría. Ante cualquier tipo de perturbación, ya sea por miedo, tristeza o ira, hazte una simple pregunta: ¿qué es lo que no estoy aceptando? La respuesta te hará comprender que la limitación que origina todas estas desagradables reacciones está en tu propia mente y no en ninguna otra parte. En realidad, nadie puede hacerte daño emocionalmente: tu ego es el que te hace reaccionar automáticamente ante lo que te sucede, te dicen o te hacen. Tu ego es el único responsable de tu malestar interior, por mucho que te esfuerces en buscar culpables fuera de ti mismo. Cuando compruebas la veracidad de estas afirmaciones a través de tu experiencia personal, dejas de intentar cambiar la realidad externa para acomodarla a las exigencias de tu ego y comienzas a trabajar sobre tu realidad interna para aprender a aceptarla tal como es. A partir de entonces comprendes que has venido al mundo a aprender a ser feliz por ti mismo y a aceptar y amar a los demás tal como son. Éste es el llamado camino espiritual.”

GERARDO SCHMEDLING

Sin duda alguna, esta es de las lecciones más importantes que uno puede recibir en la vida. Mantener el equilibrio entre el conformismo y la lucha desesperada por conseguir aquello que deseamos o creemos que merecemos. Aprender cómo manejar el caos entre la decepción, el apego, las batallas internas y las creencias erróneas que nadan a la deriva en nuestra mente. Asumir que sólo hablamos de creencias y percepciones. De ideas mentales generadas por nuestra cabecita, que duelen, que nos dañan a nosotros mismos y a los demás. Una teoría contrastrada tan fácil de argumentar, pero tan difícil de poner en práctica. Tanto que cuando lo descubrimos en nuestra piel, un amplio ventanal de aire fresco se abre ante nosotros. Y ya va siendo hora de airear muchas habitaciones después de tanto sufrido. Ha llegado el momento.

Una persona feliz no es aquella que nunca comete errores o la que tiene todo lo que desea. Puede que aunque nos neguemos a aceptarlo, el origen de la felicidad resida justo en lo contrario. La frustración no se encuentra en las situaciones externas en sí mismas, sino en la forma en la que afrontamos los acontecimientos. Aunque es habitual sentirse contrariados, impotentes, bloqueados o tristes al no cumplirse nuestras expectativas,  deseos o proyectos; puede que esa sea la clave para encontrar el lugar deseado.

Del latín frustratĭo, la frustración es la acción y efecto de frustrar (dejar sin efecto o malograr un intento). Se trata de un sentimiento desagradable que se produce cuando las expectativas de una persona entran en una dura batalla emocional al no poder conseguir lo pretendido. Lo que supone un sentimiento de privación de la satisfacción vital.

Para la psicología, la frustración es un síndrome que presenta síntomas tremendamente variados, a diferentes niveles y con múltiples causas y consecuencias, pero todos están vinculados a la desintegración emocional. Sentirse frustrado se suele confundir con la decepción, la ira, la rabia, la tristeza, desolación, desilusión, ansiedad, depresión, agresividad… Ya que todos estos sentimientos tienen en común un estado de disforia.

“… una respuesta emocional común a la oposición, relacionada con la ira y la decepción, que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual. Cuanto mayor sea la obstrucción y la voluntad habrá mayor probabilidad de frustración. La causa de la frustración puede ser interna o externa…»

Cita de Jeronimus et al. (2017). «Frustration». Encyclopedia of Personality and Individual Differences, Edition: 1, Publisher: Springer, New York, Editors: Virgil Zeigler-Hill and Todd K. Shackelford, páginas = 1–8.”

Todavía es una situación más peculiar si tenemos en cuenta que la frustración es un estado provocado por nosotros mismos, aunque tratemos de buscar reiteradamente motivos para culpar y responsabilizar a los demás. Lo primero que tenemos que aceptar es que es algo interno, y que los mecanismos de defensa conscientes o inconscientes que generamos son dañinos, ya sean en forma de agresiones verbales o físicas a nosotros mismos y a los demás. Incluso en forma de retirada silenciosa.

Por si fuera poco, hay que comprender que la frustración es acumulativa y si bien pequeñas experiencias frustrantes que por sí solas son inocuas, todas juntas pueden hacer explotar una bomba de relojería emocional.

Existen distintos tipo de frustración:

  • La frustración por barrera, cuando existe un obstáculo que nos impide alcanzar el objetivo.
  • La frustración por incompatibilidad de dos objetivos positivos, cuando existe la posibilidad de alcanzar dos objetivos, pero estos son incompatibles entre sí.
  • La frustración por conflicto de evitación-evitación,  cuando la huida es ante dos situaciones negativas.
  • La frustración por conflicto de aproximación-aproximación, cuando la indecisión ocurre ante una situación que provoca resultados positivos y negativos por igual.

Sin embargo todas estas situaciones son oportunidades para aprender a tolerarla, pieza fundamental e indispensable para rozar el estado más parecido a la felicidad.

Pero como duele, mientras no asumimos las experiencias que la vida nos trae, hasta que tomamos consciencia de lo que podemos lograr y superar, hasta que nos damos cuenta de que estamos sumergidos en nuestras propias creencias (en lugar de realidades confirmadas). Hasta que conseguimos entender que esas creencias pueden instalarnos en un bucle que nos impide evolucionar. Como duele hasta que aprendemos a tolerar la frustración.

Aprender de las propias frustraciones viene a modo de despertador vital, superado el susto inicial y el modo de vigía. Esto no minimiza el dolor o el temor, pero es el primer paso para mirar de frente todas las ideas preconcebidas. Para terminar afrontándolas y superándolas.

La tolerancia a la frustración está relacionada con el tiempo que tardamos en reaccionar a la presión, al estrés que experimentamos cuando las cosas no salen como deseamos. Es duro afrontarlo, pero la parte positiva de todo esto es que entrenarse en tolerancia nos permite aprender a superarnos y pensar de forma creativa en los problemas, para convertirlos en oportunidades. Bien gestionado, nos ayudará a sentirnos fuertes y resistentes; y a la larga nos prepara para ser competitivos en una sociedad en la que todo el mundo busca lo fácil. Pero sobretodo nos ayuda a transitar por la vida en armonía, equilibrio y calma.