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La lucha por un objetivo no es garantía de consecución. Las cosas que merecen la pena cuestan. A veces se consiguen, otras se logra algo que ni siquiera entraba en nuestros planes. Nos olvidamos de que el éxito puede estar en el mérito mismo de intentarlo (y lo que esto supone para nuestro autoconcepto) o en todo lo que llegas a aprender en el proceso. Todo pasa por algo, hasta el fracaso.
Aunque nos cueste entenderlo, lo que llamamos “fracasos” suelen acercarnos a un éxito desconocido, que quizá ni habíamos imaginado, pero éxito al fin y al cabo, y que nos vendrá bien en el futuro. Son esos errores convertidos en aciertos.
¡¡Vamos a descorchar la alegría!! Aunque sea por un instante. Vamos a celebrar algo pequeño. Vamos a ponerle nombre a algo o a alguien por quien hoy quiero brindar.
Muxote Potolo bat
Se trata de «La vida con Glut 1» contada por los pacientes y sus familias. Cómo se vive con una enfermedad minoritaria narrada directamente por sus protagonistas, justo en el momento del descubrimiento de que, en muchas ocasiones, la lucha por la consecución de los objetivos marcados puede cegarnos, no dejándonos ver todo lo que se ha estado consiguiendo por el camino, con mucho esfuerzo, incomprensión y lágrimas, durante años.
Está bien querer seguir avanzando, pero la celebración de los éxitos constituye un motor potente de motivación que no debemos pasar nunca por alto.
Es una reflexión sensible para las familias, pero también para los profesionales que tenemos la suerte de aprender en el camino con ellos. Quizá porque caemos muy poco en la cuenta de la necesidad de evidenciar, cuantificar y verbalizar esos logros, cuando la familia no puede hacerlo, fruto de la tensión acumulada por los años.
Efectivamente celebramos poco, mucho menos de lo que deberíamos, el fruto del esfuerzo. Pero si miramos atrás, haciendo un recorrido longitudinal estoy segura de que nuestras expectativas más altas y soñadoras se han superado con creces. Y eso se merece una celebración a lo grande.
“La madurez es la capacidad de pensar, hablar y actuar dentro de los límites de la dignidad. La medida de tu madurez es cuán espiritual te vuelves en medio de tus frustraciones”.
Samuel Ullman.
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Según los expertos en esta materia, existen tres perfiles a la hora de hacer frente a una situación altamente frustrante:
Con agresividad, sacando a flote la ira y descargando contra todo o contra todos. Se trata de un estado de oposición relacionado con la ira y la decepción, que surge de la percepción de resistencia a lo que deseamos.
Mediante herramientas de huida, evitación o escape de esas situaciones frustrantes.
Con mecanismos de sustitución. Cambiando una situación por otra que no le produzca esa angustia. Lo que casi siempre conlleva altas dosis de autoengaño.
Lo sano sería después de cualquiera de estos tres procesos aprender a aceptar realidades, a pesar de las emociones negativas y las incomodidades que eso conlleva. Algo que no es fácil, pero lo importante es que se trata de una actitud y, por suerte, puede trabajarse y desarrollarse.
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?
Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella.
Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.
Yo comprendí que lo único bueno para el hombre es alegrarse y buscar el bienestar en la vida.
Después de todo, que un hombre coma y beba y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios.
Yo reconocí que todo lo que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios obra así para que se tenga temor en su presencia.
Lo que es, ya fue antes, lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz.
Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad.
Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción.
Eclesiastes 3,1-17
El discurso ha concluido. Ha quedado todo dicho. No más palabras. Ahora hay que dejar trabajar al tiempo, ese tiempo en el que se encuentra toda la verdad.