
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?
Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella.
Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.
Yo comprendí que lo único bueno para el hombre es alegrarse y buscar el bienestar en la vida.
Después de todo, que un hombre coma y beba y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios.
Yo reconocí que todo lo que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios obra así para que se tenga temor en su presencia.
Lo que es, ya fue antes, lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz.
Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad.
Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción.
Eclesiastes 3,1-17
El discurso ha concluido. Ha quedado todo dicho. No más palabras. Ahora hay que dejar trabajar al tiempo, ese tiempo en el que se encuentra toda la verdad.
Habrá que regresar al origen. Reconectar y volar. Es tiempo de aceptar
que el tiempo no es eterno y que hay que vivirlo con equilibrio e intensidad. Y en el tiempo, tan importante o más es saber terminar como empezar, o incluso interrumpir si fuera necesario.
Habiendo ganas, todo se puede. Ganas de verdad, ansias de quererlo bien. Sin importar el precio. De esas ganas, que cuando las hay, hasta el miedo las teme.
Recolectamos momentos. Los ordenas en maletas, trasteros o cajones. Persistes, insistes y si no, continúas. Como si fuera magia. Empiezas pues a reconstruir. No te sientes bien del todo, pero si más segura, más serena, mas convencida, más completa.
Comienza a gustarte esa versión recién descubierta donde te identificas. Y sigues. Confías. Continúas. No olvidas el pasado del todo pero si perdonas, inundándose todo de calma. Tomas aire fuerte. Y te observas de reojo en el cristal. Preparada para agarrar el tiempo en el reloj con dicha.
Y llega ese día donde queriendo, a fuerza de voluntad y valentía, aprendes que hay un tiempo para todo, un tiempo asignado para cada uno, un tiempo para ver desde lejos, un tiempo para darte cuenta, un tiempo para prepararte y otro para abrazarte a la vida.
La esperanza puesta en que ese tiempo llegará te ayudará a no precipitarte, a no lamentarte, a protegerte. Habrá voces que te acompañarán. Algunas para ponerte a prueba y otras para apoyarte. Para no precipitarse, pero tampoco alargarlo demasiado.
Porque cuando hay ganas, hasta el miedo las teme.
Deja que te acompañe la paciencia. Que te guíe la intuición. Hazle caso a tu cuerpo, deja que él decida. Equivócate, si tienes la oportunidad. Incluso deja que el miedo se apodere de ti, si es necesario, puntualmente. Pero también deja que acierte, cuando llegue el momento adecuado. Confía en lo posible, para que tarde o temprano llegue.
Mantente atenta a las señales, esas que llevas años aprendiendo a interpretar. Y cuando todo confluya en una misma dirección, guía tus pasos sin mirar atrás.
Estás preparada para vivir ese tiempo que lleva esperando por ti, que es tuyo. Si consigues superar el miedo y tirar de todas esas ganas que siempre, siempre, siempre has llevado contigo. Porque no venimos a este mundo a pasar por la vida de puntillas.
«Hasta una decisión correcta resulta equivocada cuando se toma demasiado tarde»
Lee Iacocca –
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“Hasta una decisión correcta resulta equivocada cuando se toma demasiado tarde”
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